EL MONJE Y EL PÁJARO ( leyenda de San Virila)

 

 

En el monasterio de Leyre, en Navarra, vivía un monje llamado San Virila, el cual llegó a ser abad del convento.  Este era hombre piadoso y apreciado por todos; pero en secreto sufría de acechantes dudas sobre lo largo que se le haría la vida eterna en el Cielo si algún día Dios le premiase con tal galardón.

Un día de hermosa primavera, San Virila se adentró en un alto bosque, caminaba extasiado ante la belleza de la naturaleza, de las recién nacidas flores y de la hierba fresca regada con las nieves vírgenes que daban de beber al río. No sabía cuánto tiempo sus pies le condujeron por aquellos parajes, ni tampoco el motivo por el cual elegía este o el otro sendero, tan abstraído estaba en sus pensamientos. Llegó a la espesura del bosque y se sentó a leer las Sagradas Escrituras en un misal de tapas negras que traía. En el momento más inesperado, algo le distrajo. Era el canto de un hermoso pájaro, un ruiseñor, que entonaba con tal dulzura y embeleso como nunca en su corta vida había oído cantar.  Allí, prendado del pájaro, se quedó dormido.
Cuando despertó, sintió un escalofrío. Abrió los ojos y la naturaleza le pareció diferente. Estaba perdido. Preocupado por si pudiera regresar tarde, buscó el camino de vuelta a casa. Le costó encontrarlo. Ya parecía que jamás iba a llegar, vio de lejos algo que le pareció el convento, pero no lo era tal y como lo recordaba. Llegó a la puerta y le preguntaron quién era aquel que de tal forma llamaba:
-Soy Virila, monje de este convento, respondió- abre la puerta sin demora.
– Lo siento-respondieron- aquí no hay ningún Virila.
Nadie lo reconocía. Era muy extraño.
Consultaron el archivo del cenobio y allí encontraron el nombre de un abad llamado Virila, que un día había desaparecido, perdido en el bosque, hacía trescientos años.
Este hecho causó revuelo en el convento. Y en pleno Te Deum de acción de gracias se abrió la bóveda de la iglesia y se oyó la voz de Dios:
          – Virila, tu has pasado trescientos años oyendo la voz de un pájaro y te ha parecido un instante. Imagina  la eternidad en el Cielo cuán amena y dichosa puede ser.

 

Entonces un ruiseñor entró por la puerta de la iglesia con un anillo abacial en el pico. Este se lo colocó en el dedo, y fue nombrado abad del convento, hasta que muchos años después, ya anciano el monje,  Dios le llamó a gozar de la gloria eterna.

http://content.oddcast.com/host/audiopal/swf/workshop_player_shell.swf?mId=67560835.1&doorId=427&ds=http://host-d.oddcast.com/&playOnLoad=true&polFreq=1&polUnit=session <<<—Aquí está el archivo de audio para oír el cuento. Espero que os guste. De momento, solo se puede oír desde el ordenador; no desde el móvil.


SI TE HA GUSTADO ESTE CUENTO, LEE MÁS EN EL SIGUIENTE ENLACE—>

https://textosgilldeberg.wordpress.com




 

Deja un comentario